23 enero 2024

Prolapso de vejiga: ¿cuáles son las soluciones?

El prolapso de vejiga, conocido como cistocele, es una patología frecuente del periné en la mujer.

El prolapso genital afecta aproximadamente a una de cada dos mujeres a lo largo de su vida, y el cistocele es el prolapso más frecuente (alrededor del 80% de los prolapsos).

En este artículo, veremos en detalle qué es un cistocele, los síntomas y causas asociados a él, y exploraremos las diferentes soluciones disponibles para su tratamiento.

Porque la buena noticia es :

  • El cistocele no es grave (salvo raras excepciones)
  • El cistocele puede tratarse eficazmente!

 

¿Qué es un cistocele?

El cistocele, también conocido como prolapso vesical, es una patología funcional caracterizada por el descenso de la pared anterior de la vagina, lo que provoca el desplazamiento de la vejiga fuera de su posición anatómica normal. Este descenso es el resultado de un debilitamiento de las estructuras de soporte de la cintura pélvico-perineal, formada por músculos, ligamentos y tejido conjuntivo.

Los principales componentes anatómicos implicados en el cistocele incluyen la fascia endopélvica, que es una capa de tejido conjuntivo que envuelve los órganos pélvicos, así como los músculos elevadores del ano y la fascia pubocervical. Varios factores y acontecimientos de la vida de una mujer pueden contribuir al debilitamiento de estas estructuras de soporte, creando un entorno propicio para el descenso de la vejiga a la vagina.

Los síntomas del cistocele incluyen una sensación de pesadez o presión en la vagina, dificultad para orinar, pérdidas de orina y, a veces, la visualización o palpación de una masa vaginal. La clasificación de la gravedad del cistocele suele basarse en escalas como la clasificación de Baden-Walker, que evalúa el grado de descenso de los órganos pélvicos.

El diagnóstico del prolapso vesical es clínico, y se realiza en consulta mediante un simple tacto vaginal, generalmente con una “maniobra de válvula”, es decir, con la ayuda de un medio espéculo de plástico para resaltar mejor la protrusión de la vejiga en la vagina. Los exámenes clínicos pueden complementarse con investigaciones como la ecografía pélvica y la cistoscopia, para evaluar el grado de descenso de la vejiga y descartar otras patologías asociadas. También se realizan con frecuencia pruebas urodinámicas.

Nos parece importante subrayar que, aunque el cistocele puede causar síntomas molestos y mermar seriamente la calidad de vida, en general no es grave desde el punto de vista médico. El cistocele, en sí mismo, no pone en peligro la vida, lo que permite un enfoque más pragmático y menos urgente de su tratamiento. Sin embargo, cada situación es única. Sigue siendo importante que cada mujer consulte a un profesional sanitario para obtener un diagnóstico preciso y discutir las mejores opciones de tratamiento. Ignorar los síntomas o retrasar la búsqueda de atención médica puede empeorar el cistocele y afectar aún más a la calidad de vida, o enmascarar otras afecciones.

Existe una gama de opciones de tratamiento muy eficaces, desde la reeducación del suelo pélvico hasta opciones quirúrgicas y pesarios, que ofrecen a las mujeres opciones adaptadas a sus circunstancias y preferencias. Estas opciones suelen ser eficaces para controlar los síntomas y restablecer la función pélvica. Al tratar el cistocele, casi siempre es posible mejorar significativamente la calidad de vida de la paciente.

 

Causas del cistocele

Varios factores pueden contribuir al desarrollo de un cistocele.

 

  • Embarazo y parto: El embarazo y el parto son los principales factores de riesgo del cistocele. Durante el embarazo, el útero en crecimiento ejerce una mayor presión sobre el suelo pélvico, y el proceso del parto puede causar daños en los músculos pélvicos, ligamentos y tejidos de soporte, debilitando estas estructuras. Las mujeres que han tenido varios embarazos o partos difíciles, que a menudo implican el uso de instrumentos como fórceps, tienen un mayor riesgo de desarrollar un cistocele. Estos factores aumentan la presión sobre el suelo pélvico, contribuyendo al debilitamiento de las estructuras de soporte.
  • Cambios hormonales: Uno de los factores hormonales más importantes asociados al cistocele es la menopausia. Durante la menopausia, la producción de estrógenos, una hormona que ayuda a mantener la elasticidad y el tono de los tejidos, disminuye significativamente. Esta reducción de estrógenos puede provocar la atrofia de los tejidos pélvicos, debilitando las estructuras de soporte del suelo pélvico y aumentando el riesgo de cistocele. Los niveles hormonales experimentan cambios significativos durante el embarazo y el posparto. Las hormonas, incluidos los estrógenos y la progesterona, ayudan a relajar los músculos uterinos como preparación para el parto, también puede afectar a los músculos del suelo pélvico, aumentando el riesgo de debilidad posparto y, posiblemente, de cistocele.
  • Envejecimiento: El envejecimiento natural provoca una reducción de la elasticidad de los tejidos, incluidos los del suelo pélvico. Esto puede provocar un debilitamiento progresivo de los músculos y ligamentos pélvicos, aumentando el riesgo de descenso de la vejiga.
  • Obesidad: El exceso de peso ejerce una presión adicional sobre los músculos y los tejidos de sostén del suelo pélvico, lo que aumenta el riesgo de cistocele. El control del peso puede desempeñar un papel importante en la prevención de esta afección.
  • Herencia y predisposición genética: Algunas mujeres pueden tener una predisposición genética a desarrollar un prolapso. Si algún miembro de la familia ha tenido antecedentes de cistocele u otros tipos de prolapso, esto puede aumentar el riesgo, al igual que ciertas enfermedades y anomalías del tejido conjuntivo, como el síndrome de Ehlers-Danlos.
  • Cirugía pélvica previa: Las intervenciones quirúrgicas previas, como la extirpación del útero (histerectomía) o los procedimientos para tratar afecciones como la incontinencia urinaria, pueden alterar la estructura y la función del periné, aumentando el riesgo de prolapso.
  • Tos crónica: Una tos frecuente y crónica, a menudo asociada al tabaquismo o a ciertas enfermedades pulmonares, puede aumentar la presión intraabdominal, afectando a las estructuras de soporte del suelo pélvico.
  • Estreñimiento crónico: El estreñimiento es el enemigo número 1 del periné. Cuando se instala, contribuye al desarrollo de malos hábitos de empuje durante la defecación y al debilitamiento de las estructuras de soporte del periné. Esto aumenta el riesgo de cistocele o, de forma más general, de prolapso.

Es importante señalar que varios de estos factores actúan generalmente de forma combinada para aumentar el riesgo de cistocele.

 

Síntomas del cistocele

Los síntomas de un cistocele pueden variar de una persona a otra, y no siempre están correlacionados con la extensión del prolapso. A algunas mujeres cuya vejiga desciende muy poco les molestan mucho los síntomas, mientras que a otras cuya vejiga desciende mucho más puede que no les molesten en absoluto.

Sensación de presión o pesadez pélvica: Las mujeres con cistocele pueden sentir molestias o presión en la zona pélvica, a menudo descritas como una sensación de peso o pesadez en la vagina. Esta sensación puede ser más pronunciada tras periodos de actividad física, caminatas prolongadas o al final del día.

Protuberancia vaginal: En algunos casos, puede ser visible o palpable una protuberancia vaginal, especialmente al ponerse de pie o al empujar durante la defecación. Se trata simplemente de una hernia formada por el descenso de la vejiga en la pared vaginal.

Urgencia urinaria: Las mujeres con cistocele pueden experimentar urgencia urinaria, caracterizada por fuertes, repentinas e irreprimibles ganas de orinar. Esto puede estar desencadenado por la presión ejercida sobre la vejiga como consecuencia de su desplazamiento hacia la vagina, y por la hiperactividad vesical desencadenada o reforzada por el descenso de la vejiga. La urgencia urinaria puede llevar a situaciones de emergencia en las que resulta difícil posponer la micción.

Incontinencia urinaria de esfuerzo: Puede observarse incontinencia urinaria de esfuerzo asociada al prolapso vesical, especialmente durante actividades como toser, estornudar, reír o realizar ejercicio físico. Por el contrario, la incontinencia urinaria de esfuerzo suele estar enmascarada por el descenso vesical, y reaparece una vez corregido el cistocele.

Disuria: El cistocele también puede asociarse a síntomas de disuria, es decir, dificultad para iniciar o completar la micción, sensación de vaciado incompleto de la vejiga o micción dolorosa. Estos síntomas pueden deberse a la presión sobre la uretra y a la alteración de la función normal de la vejiga.

El prolapso es una afección fluctuante, cuyos síntomas varían en función de diversos factores: cansancio, actividad física, etc. Algunas mujeres pueden experimentar un aumento de los síntomas del cistocele durante determinadas fases de su ciclo menstrual, debido al impacto de las fluctuaciones hormonales en los tejidos vaginales y la esfera genitourinaria.

 

Cistocele e infecciones urinarias

Al desplazar la vejiga de su posición normal, el cistocele puede contribuir al estancamiento de la orina en la vejiga, creando un entorno favorable para la proliferación bacteriana. Esto puede predisponer a las mujeres a padecer infecciones urinarias recurrentes.

Te explicamos cómo

El descenso de la vejiga dificulta a menudo el vaciado completo de la orina. La orina residual que queda en la vejiga después de orinar proporciona un entorno favorable para la proliferación de bacterias. Esta retención urinaria parcial puede aumentar el riesgo de infecciones urinarias al permitir que las bacterias se multipliquen en la orina estancada.

Un cistocele también puede ejercer presión sobre la uretra, el conducto que transporta la orina desde la vejiga hasta el exterior del cuerpo. Esta presión puede provocar la obstrucción parcial de la uretra, limitando el flujo normal de orina. La evacuación incompleta de la orina también puede contribuir a la retención y la proliferación bacteriana.

Por último, los cambios anatómicos asociados al cistocele pueden afectar a la respuesta inmunitaria local de la vejiga. El debilitamiento de esta respuesta inmunitaria puede hacer que la vejiga sea más vulnerable a las infecciones bacterianas.

Como consecuencia de estos factores, las mujeres con cistocele pueden tener un mayor riesgo de infecciones urinarias recurrentes. Es importante señalar que, aunque el cistocele puede contribuir a estas infecciones, no es la única causa posible. Otros factores como la deshidratación, la diabetes, las relaciones sexuales frecuentes y los antecedentes familiares de infecciones urinarias también pueden contribuir a la recurrencia de estas infecciones. Es esencial realizar un análisis de orina completo.

El complemento alimenticio contra las molestias urinarias

El complemento alimenticio Hollis Urinary es una combinación sinérgica de plantas, D-Manosa y cepas microbióticas diseñada para :

  • Actuar en sinergia con los tratamientos alopáticos para desalojar los patógenos presentes en las vías urinarias
  • Limitar la aparición de nuevos problemas urinarios a corto plazo
  • Favorecer los procesos de eliminación a nivel renal
  • Repoblar la flora con dos cepas documentadas de Lactobacilos

Soluciones para tratar el cistocele

Afortunadamente, existen varias opciones de tratamiento eficaces para el prolapso vesical, adaptadas a las necesidades de cada mujer.

A continuación le detallamos las distintas opciones de tratamiento que tiene a su disposición. La Autoridad Nacional Francesa de la Salud recomienda los tratamientos “conservadores” (reeducación y uso de un pesario) como opción de primera línea, y la cirugía como opción de segunda línea si la paciente así lo desea.

El tratamiento del prolapso vesical implica un enfoque global y multidisciplinar.

Rehabilitación abdo-pelvi-perineal

Se ha demostrado la eficacia de la reeducación para mejorar los síntomas del prolapso. Permite a las mujeres tomar conciencia de su periné, adoptar buenas prácticas respiratorias, posturales y musculares, así como nutricionales, y corregir un cierto número de “malos hábitos” para adoptar un estilo de vida favorable a una buena salud perineal. Por lo tanto, la educación para la salud pélvico-perineal es siempre el primer paso de cualquier programa de reeducación, y basta por sí sola para mejorar la calidad de vida.

Atención: ¡la rehabilitación del prolapso no se limita a reforzar el periné! Al contrario, a veces es necesario aprender a relajar un periné hipertónico.

El pesario

Un pesario es un dispositivo médico de silicona que se introduce en la vagina para sostener la vejiga y recolocarla en su lugar original. Ayuda a mantener las estructuras anatómicas en su sitio, reduciendo así los síntomas asociados al cistocele.

Los pesarios están disponibles en diferentes formas y tamaños, y la elección del tipo de pesario depende de las necesidades y síntomas individuales de cada paciente. Por lo tanto, el pesario debe elegirse en consulta con un profesional sanitario especializado, y también debe ser objeto de educación.

Este pequeño dispositivo se ha probado durante mucho tiempo, y los estudios muestran índices de eficacia y satisfacción de alrededor del 90%, con muy poco riesgo de efectos indeseables si se siguen algunas reglas de oro.

Las reglas de oro de los pesarios

Cuando se utiliza un pesario, hay 4 reglas de oro que deben seguirse para un confort óptimo:
1. Asegurar una buena hidratación de la mucosa vulvovaginal
2. 2. Mantener una flora íntima sana
3. Deshacerse del estreñimiento y adoptar una buena postura para ir al baño
4. Tomar conciencia y reeducar el perineo

La mayoría de las mujeres pueden manejar el pesario de forma independiente, sencilla y cómoda. En general, es posible mantener relaciones sexuales con el pesario e integrarlo perfectamente en todos los aspectos de su vida como mujer (deporte, anticoncepción, ciclo menstrual, embarazo, etc.).

Consulte nuestra sección específica
Los pesarios y la vida de las mujeres

 

Cirugía

Si los tratamientos conservadores de primera línea no son satisfactorios para el paciente, puede considerarse la cirugía. Existen varios enfoques quirúrgicos, que también recomienda la Autoridad Nacional Francesa de la Salud. La decisión de optar por la cirugía depende de varios factores, como el estado general de salud y las preferencias del paciente, así como la gravedad del cistocele.

Conclusión

El cistocele puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de una mujer, pero es esencial comprender que existen soluciones eficaces. Si cree que tiene un cistocele o experimenta síntomas similares, consulte a un profesional sanitario (ginecólogo, urólogo, matrona, fisioterapeuta especializado en rehabilitación perineal). Juntos podréis diseñar una estrategia de tratamiento personalizada, adaptada a tus necesidades personales, que te devuelva el confort cotidiano y te permita llevar una vida activa y plena.