
#2: Lola (30) habla de su rectocele…
¿Qué tienen en común todas las mujeres que sufren un prolapso? La sensación de estar solas. Y, sin embargo, ¡somos millones las afectadas! Así que para ayudar a romper el silencio en torno a esta afección, algunas mujeres han accedido a responder a nuestras preguntas y compartir con ustedes sus experiencias con el prolapso, sus miedos, sus dudas, los cambios en la relación con su cuerpo, pero también sus consejos, lo que les ha funcionado y cómo se están adaptando para seguir viviendo sus vidas.
En esta serie de artículos, descubre los retratos y las historias íntimas e inspiradoras de estas mujeres resilientes, mujeres que están pasando por lo mismo que tú. No estás sola: nuestra comunidad, una verdadera hermandad, está aquí para apoyarte.
Testimonio recogido por correo electrónico en 2024
1) Háblenos de usted: ¿quién es, cuántos años tiene, cuál es su formación, a qué se dedica? ¿Qué te gusta hacer?
Permítame que me presente. Me llamo Lola y tengo treinta años. Crecí en Francia, en la región de París. Vivo con mi pareja y mi hija adoptiva, de 6 años. Trabajo como educadora especializada en la reducción de daños relacionados con el consumo de drogas para una asociación de los suburbios de París.
También soy formadora en el sector social/médico-social/médico, formación relacionada con el consumo de drogas.
En el día a día, practico culturismo y footing desde hace más de 10 años. Además del deporte, me gusta salir con los amigos y la cultura (artes escénicas, exposiciones, conciertos, etc.).
2) ¿Cuál es tu relación con tu cuerpo y tu intimidad? ¿Ha cambiado con el tiempo?
La cuestión del cuerpo siempre ha ocupado un lugar central en mi vida, desde que tengo uso de razón.
Crecí en una familia para la que el cuerpo es primordial, tanto por la imagen que proyectamos a nuestro alrededor como personalmente. A los 12 años tenía un ligero sobrepeso, así que consulté a un dietista.
Luego, hacia los 15/16 años, empecé a padecer anorexia nerviosa, que duró 4 años. Desde entonces, me he tratado completamente de forma somática, pero la imagen corporal sigue siendo una preocupación diaria, y por eso hago mucho deporte todos los días. El control de mi peso puede resultar invasivo de vez en cuando, pero sin tener ninguna repercusión real en mi vida cotidiana o social.
3) ¿Cómo descubrió su prolapso? ¿Cuánto tardaron en diagnosticárselo? ¿Cuál fue su reacción cuando se dio cuenta de que era un prolapso?
Descubrí mi prolapso cuando consulté a un gastroenterólogo en Saint Denis, que luego me remitió a las Diaconisas. Tardé casi un año en descubrir y comprender lo que tenía.
Lo primero que sentí fue miedo, ya que busqué información en Internet sobre el prolapso. Como no encajaba en ninguno de los casos descritos (mujeres que habían tenido varios embarazos, ancianas, etc.) estaba muy preocupada y me preguntaba qué me pasaría con este prolapso. Al no encontrar absolutamente ningún contacto a mi alrededor ni médicos que trataran esta afección, me sentí extremadamente sola e incomprendida.
Antes de descubrir este prolapso, me enfrenté a dos proctólogos, algunos de cuyos diagnósticos eran hemorroides.
Por supuesto, los tratamientos no funcionaron, así que decidí ir a ver a una mujer que era gastroenteróloga. La segunda proctóloga me hizo pasar por una experiencia atroz: me hizo varios tocamientos rectales sin guantes, sin ninguna protección y sin avisarme de nada ni de lo que estaba haciendo. Me dolió muchísimo y fue en ese momento, tras más de treinta minutos de consulta, cuando decidí marcharme. Creo que ese momento se quedará conmigo, todavía pienso en él todos los días.
4) ¿Qué es lo que más le molesta (o le ha molestado) del prolapso? En términos de síntomas físicos o psicológicos, su relación consigo misma, el envejecimiento, el sexo, el deporte…
Lo que me molestaba y me sigue molestando era sobre todo la sensación de pesadez en el recto la mayor parte del tiempo; como si un tampón que lleva demasiado tiempo dentro empezara a moverse/descender. También tuve algunas pequeñas pérdidas de orina, pero nada demasiado molesto.
Hace más de un año que sé lo que tengo y sigo pensando en ello CONSTANTEMENTE. He notado que cuando estoy cansada o estreñida, o cuando estoy mentalmente sobrecargada, siento esta pesadez mucho más. Y es entonces cuando empieza el círculo vicioso: siento el peso, pienso en él, me preocupa, me da miedo, así que pienso en él, así que lo siento aún más. Cada vez consigo salir más de este círculo, gracias al asesoramiento que he recibido para asumir mi prolapso, y gracias a mi pareja, que sabe ofrecerme un oído atento y comprensivo.
También he tenido que darme cuenta y, sobre todo, aceptar que mis actividades deportivas debían repercutir en el prolapso y que tenía que reducirlas. Fue muy complicado.
Los primeros médicos me dijeron que lo dejara todo, no tenía elección. Era imposible. Luego aprendí, leí, conocí a médicos, chateé con cuentas en las redes para descubrir que el prolapso y el deporte/la paternidad/la vida cotidiana eran posibles, con algunas precauciones que tomar.
En cuanto a mi intimidad, también tuve que aprender a detectar, escuchar mi cuerpo y tocarme para entender lo que pasaba en mi interior. Quería recuperar la posesión de mi cuerpo porque me sentía como una extraña, reducida únicamente a mi suelo pélvico. Tenía la impresión de ser un perineo con patas y de que, si seguía pensando en ello, se me notaría en la cara.
5) ¿Qué ha cambiado el prolapso en su vida cotidiana? ¿Qué aspectos de su vida se han visto más afectados?
En mi vida diaria llevo un pesario. Me lo pongo al levantarme y me lo quito por la noche antes de acostarme. No me molesta, lo llevo como si fueran unas bragas o un sujetador, ahora forma parte de mí. No puedo imaginarme un solo día sin él. Es un gran alivio para la sensación de peso. Y me permite seguir practicando deporte reduciendo su impacto sobre el perineo, además de la reeducación pélvica y la gestión de mi estreñimiento.
Sin embargo, evito llevar cargas pesadas durante las carreras siempre que puedo. Ya no llevo a mi hija en brazos y he reducido mucho mi actividad deportiva.
Cuando estoy en una fase de gravedad, todo mi día se ve afectado. Además de mi día a día, sé que mi familia también sufre: soy mucho más sensible emocionalmente, menos paciente, más agresiva. Estoy aprendiendo a decirlo, a que la gente sepa que siento mi prolapso, para que mi familia también sea más indulgente.
6) ¿A quién (o qué recursos) consultaste para entender mejor lo que pasaba en tu cuerpo?
Consulté a un urólogo (el Dr. Beurrier y el Dr. Derireux en las Diaconisas), a mi matrona y, sobre todo, leí sobre el tema (Instagram, podcasts, escritos…).
7) ¿Qué te ayudó a sentirte mejor y a comprender mejor el prolapso? ¿Fue el apoyo de tus allegados? ¿La comprensión y la amabilidad de tu pareja? ¿Los testimonios de otras mujeres afectadas?
Al principio, fue mi pareja, que se implicó directamente y se vio afectado por la búsqueda de mi dolor y mis molestias. Después fueron los médicos que conocí. Después (y sobre todo) las redes sociales y ciertas cuentas creadas por mujeres que me explicaron, tranquilizaron, apoyaron y guiaron. Dejar de sentirme sola, a mi edad, con este trastorno, se había convertido en una obsesión. Encontré oídos atentos y solidarios que me ayudaron innegablemente.
8) ¿Cómo te llevaste con la profesión médica? ¿Se sintió apoyado y bien atendido por los profesionales sanitarios? ¿A qué terapeutas consultó? ¿Cómo se sintió?
EN ABSOLUTO. Tengo la suerte de vivir en las afueras de París y de tener acceso a varias especialidades. También tengo el lujo de tener ingresos suficientes para poder pedir más citas que no están cubiertas y más pruebas (radiografías, escáneres, resonancias magnéticas, ecografías, etc.) que no están cubiertas. Así que ahorré mucho tiempo, pero aun así me llevó un año y mucho dinero.
Ya he mencionado los médicos que conocí (tanto buenos como peligrosos) y los sentimientos que me provocaron.
9) El proceso de aceptación de un diagnóstico suele ser largo y difícil, pero no insuperable. ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿Por qué sí o por qué no?
Estoy totalmente de acuerdo. Aceptar un prolapso significa aceptar una multitud de cambios y trastornos impuestos.
La sexualidad se ve afectada, al igual que la intimidad que tengo conmigo misma y la forma de educar a mi hija.
Sentir sensaciones que se nos imponen, durante un tiempo indeterminado, sin poder actuar directamente sobre ellas.
Pensar en ello todo el tiempo, todos los días. Pensar en ello cuando planifico salidas y viajes. Cada vez que me digo “espero no sentir demasiado peso, de lo contrario podría estropearme el momento”.
Salir con amigos cuando me siento pesada me exige un verdadero esfuerzo para no tumbarme y sentir esa sensación.
También a veces deseo a mi pareja pero no quiero tener relaciones sexuales porque sé que voy a tener que quitarme el pesario (lo que me quita mucho deseo porque tengo que pensar en ello) y al final del día me siento 10 veces más pesada.
10) ¿Qué soluciones has elegido para tratar tu prolapso o corregir los síntomas? ¿Está satisfecha con ellas?
Descubrí la existencia de los pesarios gracias al Dr. Beurrier. Me salvaron literalmente la vida. De verdad. Después, tras numerosas conversaciones con mis fisioterapeutas, comadrona y médicos, pude escucharles y aprender a tranquilizarme cada vez más, para poder ser más independiente en la gestión diaria de mi prolapso. Las sesiones de fisioterapia que todavía quiero continuar (quizá para tranquilizarme un poco más) también me están ayudando mucho.
11) ¿Cuál es tu relación con tu cuerpo y con tu prolapso? Por ejemplo, ¿en cuanto a la imagen que tienes de él, tu percepción de la patología, tu experiencia psicológica…?
De momento me encuentro cada vez mejor, y cuando estoy en un periodo de pesadez soy capaz de expresarlo con palabras. Me alivia el asesoramiento, pero aún más el apoyo de mi pareja, y el contacto que sé que puedo tener con otras mujeres afectadas por esto.
12) ¿Qué les diría a las mujeres que descubren que tienen un prolapso? ¿Qué te hubiera gustado oír cuando estabas en su lugar?
Que no están SOLAS. Que estoy ahí para escucharlas, para guiarlas. Desde entonces, hablo con la gente sobre el tema. Por un lado, para concienciar a todas las mujeres y mujeres jóvenes de esta afección para que estén atentas, pero también para que las parejas de estas mujeres sepan qué es el prolapso. Que existen soluciones de apoyo (tanto físicas como psicológicas).
Eso es lo que me habría gustado oír. Que me tranquilizaran, que me rodearan, que me explicaran todos los detalles de este problema “mecánico”, un problema que todavía se conoce demasiado poco, por no decir que se desconoce totalmente, en la sociedad y dentro de la profesión médica.